Las guerras se saben cuando empiezan pero no se sabe cuándo ni cómo terminarán. Sí. Yo ahora recuerdo cómo terminó la de Afganistán, hace unos meses de las que a nuestros telediarios llegar tristes secuelas de las que se dan pálidos reflejos si los comparamos con la “gran guerra” la de Ucrania. Lo triste es que una y otra guerra, las de Afganistán y Ucrania, se parecen mucho más de lo que se nos permite percibir. Y es que en los últimos tiempos, tras una guerra se averigua pronto el relevo en otra .guerra. Está claro que la paz no se asegura preparando la guerra, como se empeñan en decirnos quienes tienen como gran negocio la fabricación de más armamento junto al dominio del planeta. Y es que en ese lugar, la ONU, donde la representación del mundo se esmera poco en la preparación de la PAZ. Así lo entendí yo hace unos días, al leer que en la Comisión para los DDHH en la mencionada entidad se había votado la expulsión de la representación de Rusia. Me parece a mí, que pese a todo lo reprochable que haya para dicho país, la posibilidad de hablar como primer paso para la paz, no debe evitarse nunca. Hace unas semanas cuestionaba yo en estas páginas qué entendemos por el mundo mundial y según qué mayorías. Y esa es otra que tiene que ver mucho con las verdades que nos llegan o no.
Hablando de verdades, vendría bien confrontar los parecidos entre Afganistán y Ucrania. La primera presencia de EEUU en Afganistán tuvo lugar cuando el presidente Reagan recibió a Bin Laden como “mujaidín de la libertad”. Quién después se mataría como a un perro por ser terrorista, combatía entonces al régimen pro URSS de aquel país en el que los talibanes no imponían a las actuales humillaciones. Tales atrocidades importaron un pepino al retirarse de allí hace unos meses. Claro que eso no era novedad, tras la experiencia reciente en Irak. Estará por ver cuando se decida favorecer un alto en la guerra de Ucrania en qué condiciones quedan tantas desgracias como se viene causando. En primer lugar a ese pueblo ucraniano, en segundo lugar al pueblo ruso que, aunque en menor medida, sufre también muertes y otras calamidades. En tercer lugar a la estabilidad y la verdad mundiales que se vienen violentando con este ambiente enrarecido y confuso tan perjudicial para la verdad y la salud objetivas de instituciones como la ONU o la EU propensas a resentirse por la obediencia debida. En cuarto lugar, y no menos importante la economía mundial, que como siempre acabará dañando con más saña a los más débiles. No sería tan grave si las restricciones en el consumo se aplicaran más directamente a quienes con sus excesos vienen propiciando las causas del cambio climático, otras calamidades e incluso la misma guerra. Lamentablemente no es así y la verdad y las decisiones se alejan más y más de las personas de a pié. Se sigue apelando a la democracia y en su nombre, países que la vienen contrariando se ofrecen para la solución. Más allá de la reciente experiencia de Afganistán, se olvida que el criminal Pútin es una creación de EEUU cuando apoyó los planes del Boris Yelsin y Pútin en detrimento de los más democráticos de Gorvachov. Claro que el capital anda de por medio cualquiera es respetable y cualquier crimen se vende como autodefensa y cualquier denuncia como un montaje, o cualquier escuela batería de fusil.
No está de más recordar el poder de EEUU y en parte proporcional las demás potencias para preparar la paz. Ya sea a través de los grandes capitales de las empresas transnacionales, de los privilegios o derecho de veto en la ONU y otros foros internacionales. Eso sin excluir, por supuesto, los ejércitos y las industrias bélicas que aseguran la guerra para el control partidario del poder mundial. Y es que al menos lo que nos queda a la ciudadanía en general es tener suficiente información para rebelarnos en contra de tanto discurso como se enarbola indebidamente en pro de la democracia. ¿Hay democracia en países que, como en EEUU un Presidente pueda elevar a la cúspide de la Justicia a lo más reaccionario de ese colectivo para impedir derechos como el del aborto? ¿Es democrática la Organización de Naciones Unidas mientras en su interior se mantenga el derecho de veto para que unos pocos estados puedan impedir acuerdos en contra de otros cuya criminalidad ha sido demostrada? ¿Habrá democracia en el mundo mientras un Estado haga prevalecer sus derechos sobre la legalidad de otros, en conjunto o por separado, sin mayores reparos? ¿Es..? Podríamos seguir, pero de poco valdría si la ciudadanía y las colectividades mundiales no nos aplicamos en conocer cuánto nos rodea para, en consecuencia, actuar denunciando ante quienes se oponen por acción y omisión a ese bien reconocido como común y necesario.