Llevo mucho tiempo preocupado por la desgraciada suerte que viene sufriendo el galardonado periodista por ejercer con dignidad su laudable profesión. Cada vez sufro, con más dolor si cabe, el pinchazo tan frecuente que nos procuran la legión de sus despreciables colegas a sueldo del poder que lo amenaza. No merece la pena insistir en el cinismo tan extendido hoy por el planeta y especialmente concentrado en dicha profesión como dijera el también destacable plumilla Kapuscinski. He reflejado en estas páginas sus ocho años de prisión en la legación ecuatoriana en Londres y dos años más de propina mientras la justicia inglesa decide sobre su entrega a EEUU, el país más dolido por las denuncias de Assange. En su momento contábamos el entusiasmo con que medios de gran difusión publicaban dichas denuncias y ahora, en el mejor de los casos refieren su calvario sin gran relevancia. Así, cuando los ecos de la denuncia van amainando, incluso en su natal Australia, es su propia madre la que siente la necesidad de dirigirse al mundo contando en carta abierta el dolor callado que venía sufriendo. Por ello, trato aquí de atender el ruego de esta desesperada madre para que siga adelante el clamor mundial que mantiene la esperanza de libertad para el periodista a la vez que la dignidad colectiva de poder recibir tan necesarias denuncias.

Rememora la señora Christine Ann Assange, en su carta el dolor del parto de hace cincuenta años, para apreciar la infinita levedad del mismo con relación a cuantos le han seguido por la sangrante persecución de Julián. Menciona como uno de los episodios más duros el daño cerebro vascular sufrido en prisión de resultas del estrés crónico acumulado. Relata el dolor que percibió al apreciar la debilidad del cuerpo de su hijo tras aquel doloroso episodio. De dicha circunstancia una de las causas más destacables es el temor a un posible asesinato obra de la CIA, algo tan probable como medida para defender los intereses de USA. De todo ello hace una referencia sucinta como de otras experiencias compartidas con Stella Morris, la prometida de Assange. Aunque hay un mayor detalle en lo sufrido en los dos últimos años del internamiento en la prisión Belmarsk de Londres, está el lamento por el progresivo deterioro de su fortaleza quebrantada la ausencia de medicación adecuada. A ello contribuyó también la tortura psicológica.

La madre menciona la atención recibida en ayuda de Julián entre la que destaca la del vicepresidente del gobierno australiano Bernaby Joyce de la que esperaba mejor acogida en el Reino Unido. Después se realimentaron los lamentos por la paulatina desaparición del inicial reconocimiento a la lucha en contra de la corrupción y en pro de importantes problemas mundiales en los primeros tiempos. Se hace más perceptible el miedo a la aceptación de la extradición americana, y con ella una prisión larga para Assange, así como para mayor escarmiento ante otras tentativas de denuncias similares.

Acaba su carta la señora Assange agradeciendo la implicación a cuentas personas han levantado su voz a favor de la liberación de su hijo. Al mismo tiempo, continúa recordando la necesidad de que por todo el mundo e mantenga el mismo clamor. Clamor que está obligando a parar o aplazar los planes de quienes se sienten perjudicados por las denuncias de Julián. Insiste en la idea de que la vida y libertad de su hijo está en manos de quienes sigamos reclamando que acabe esta ignominia. Por mi parte, esta es la razón que me invita a perseverar y a insistir en el asunto, pese a la posible impotencia de nuestra débil fuerza ante la gran potencia. Sin embargo, creo que ha de confortarnos el hecho de que nuestras peticiones ante nuestro gobierno, se una al de tantas otras personas ante los suyos para que, como en tantas ocasiones, la voz de la humanidad unida se haga valer más.